miércoles, 30 de octubre de 2013

Y hablan y sonríen.


…Y sonríen, a veces, cuando hablan.
Y se dicen , incluso,
palabras
de amor. Pero
se aman
de dos en dos
para
odiar de mil
en mil. Y guardan
toneladas de asco
por cada
milímetro de dicha.
Y parecen -nada
más que parecen- felices,
y hablan
con el fin de ocultar esa amargura
inevitable, y cuántas
veces no lo consiguen, como
no puedo yo ocultarla
por más tiempo; esta
desesperante, estéril, larga
ciega desolación por cualquier cosa
que -hacia donde no sé-, lenta, me arrastra.

Ángel González

lunes, 2 de septiembre de 2013

Preguntas comunes - respuestas aleatorias.

"Porque sí, porque septiembre simboliza todo lo que no me gusta; El ritmo del mundo marcado por quién sabe quién. Un tren al que tienes que subirte por obligación para no quedarte en tierra de nadie (que casi es peor). Es como un hormiguero en ebullición. Todos empiezan a moverse ajetreadamente haciendo sus cosas. Cosas que creen importantísimas pero que no lo son en absoluto.
Pero allá donde te lleva ese tren, ahí hay unas reglas, unas normas, unos valores (ficticios, claro), que se empeñan en manipular la realidad y al final acaban por hacernos creer que lo que hacemos es eso, sumamente importante.
Por eso la gente necesita trabajos de mierda, una casa, una hipoteca, una televisión de la hostia, un plan de pensiones, un coche, una casa en la playa (si ya escalas en el escalafón del mundo). Y se casa y tiene hijos sólo para entretenerse y abstraerse de todo eso. Y un día, se morirán."

lunes, 26 de agosto de 2013

El círculo que se muerde la cola.

Acabo de tener una revelación
Aún no la he interiorizado,
la tengo a flor de piel.
Piel de gallina y vello erizado.

Llevo ya un rato escribiendo y reescribiendo esta introducción por no tener claro si dar el paso a contar cosas demasiado personales (dejando claro que el sujeto de los acontecimientos soy yo) o por el contrario adoptar un estilo diferente en el que cada cual se crea o no, tanto los hechos descritos, como el protagonista y el que escribe.

(…)

LONDRES, 15 – Agosto – 2011

Bueno, es hora de empezar a “hablar”. Lo cierto es que teniendo tanto tiempo libre como tengo, y poseyendo una gran virtud gracias a la cual no necesito gente a mi alrededor  que me permite pasar muchos y buenos momentos conmigo mismo sin echar en falta a nadie como es la egolatría,  el narcisismo, o como esa expresión tan genial -“encantado de conocerse”- me sorprende no haber empezado antes. Aunque bueno, eso era antes de haber escrito esa segunda y tediosa frase con la que me he dado cuenta de lo pésimo que puedo ser como escritor.
Tampoco importa demasiado; si en algo soy experto es en rechazar, o cribar mejor dicho, cualquier tipo de actividad a la que pudiera dedicarme para labrarme un futuro o sencillamente para vivir durante un tiempo en el futuro.
Salí de casa sobre las cuatro de la tarde porque sabía de antemano que madrugar no era una opción realista. No recuerdo si hacía dos días o sólo uno desde la última vez que me tomé una de las cientos de pastillitas de la felicidad que pululan por mi nueva habitación. Si digo esto, no es por victimismo como todo el mundo cree, si no como explicación no sé si objetiva o subjetiva por la que no me he levantado muy animado hoy.

Mañana cumpliré mi tercera semana en Londres y creo que se me están acabando el fuelle optimista, ilusionador (que no iluso) y en definitiva, la habilidad de mantenerme contento sin nada que hacer. Que sí, “sin nada que hacer”; por supuesto una ciudad como esta tiene millones de cosas que ofrecer al recién llegado y al autóctono también, pero me debato todos los días entre quedarme en casa esperando una llamada que nunca llega o salir a disfrutar de mi estancia aquí, ya que no sé hasta cuándo podré estar.
También es verdad que mi excusa de no querer gastar dinero se queda coja porque hay un huevo de cosas gratuitas y un montón de parques con hamacas en los que sentarte en el suelo para no tener que pagar nada.

Aún así, estoy cansado de estar solo.
Se podría pensar que esta idea contradice la primera expuesta, pero no, soy muy capaz de disfrutar como un enano de mi soledad (además mido uno setenta) pero también me apetece de vez en cuando la compañía de otro simplemente para sentir su calorcito cerca u oír el murmullo de su voz. Probablemente sólo le usaría para dejar mi huella en el mundo. Demostrarle lo listo que soy, reafirmándome en esa certeza y haciendo que difundiera mi palabra. Algo así como la caverna en la que nuestros antepasados dejaban plasmadas sus hazañas, costumbres y cultura, de manera consciente o inconsciente.

Así que, vaya, que no es que me apetezca socializarme porque soy humano y resulta agradable, y tenga la capacidad del lenguaje, la empatía y un sinfín de cualidades que me lo permiten, sino porque soy un egoísta de mierda y un ególatra infinito. Cualidades, por otra parte, muy humanas también.

Bueno pues salí a las cuatro. Tristemente me apoyé en el siguiente pensamiento para obligarme a ello: “Víctor, has encontrado unos cereales geniales, imagina cómo de ricos sabrán cuando saborearlos todas las mañanas se convierta en un hábito antes de ir a trabajar y comprarlos con el dinero que ganas en ese trabajo un gusto y una felicidad interior que ahora no tienes.”
Hace poco comenté en fb que centraría y haría depender mi ya de por sí voluble ánimo, en minucias de la vida (ahora no recuerdo por qué). Así que, hoy fui fiel a ese pensamiento y salí a seguir buscando curro. Fue una verdadera pena que de todas las paradas de metro que tiene el metro más grande del mundo, eligiera una sobre la que no hay ni un puto establecimiento del sector servicios en el que poder dejar un cv.
Entre eso, y que vi que a pocos metros había una plaza y el cielo plomizo acompañaba, me he sentado en un banco y llevo más de hora y media leyendo y escribiendo en una de las plazas más feas que he visto desde que estoy aquí.

No pasa nada, tacharé Finsbury Square la próxima vez.


LONDRES, 16 – Agosto – 2011

Decididamente esto se va a parecer irremediablemente a una especie de diario. Y no por seguir la rutina y escribir cada día alguna que otra página hasta que me canse de hacerlo, sino por el cariz que toman las tonterías que escribo. A veces serán reflexiones pseudofilosóficas (me encanta el prefijo ‘pseudo’ ya verás) y otras simplemente notas que querré recordar y luego se me olvidará releer y perderán la función para la que fueron escritas.

Llevo un rato leyendo uno de los libros que me regalaron mis amigos por mi cumpleaños “Historia de Londres” de Eric González. Que menos mal que tiene un apellido vulgar y castellano porque siendo catalán le habría cogido un poco de tirria inevitablemente. El caso es que además de contar cosas muy curiosas en un tono ameno y divertido, he descubierto que hay más. He leído sobre La City y sobre los rollos financieros, políticos, del poder de la realiza británica y ha hecho que vuelva al mundo cuando lo que necesitaba era abstraerme de él.
El libro si no me equivoco es del 92. Bueno, decididamente soy un inculto de la vida. No sé qué significa editado, ni reeditado, ni vuelto a publicar. El libro es del 99, quizá está ambientado en el 92. Pero da lo mismo porque tampoco sé qué cosas son ciertas y cuáles no. No importa.

Decía que he vuelto a la realidad de un modo muy molesto. Mientras escribía me ha venido a la mente la imagen de un parto y un niño sacado por los pies del vientre de la madre a regañadientes. Pues algo así, pero menos asqueroso.

Desde 2007 o por ahí hay una crisis profunda, permanente y absurda que ha arrasado con todo y más dramáticamente con todos y, leyendo no he podido evitar volver a sentir un profundo desapego por el mundo en el que vivo y unas ganas irrefrenables de perder todo contacto con la realidad.

Yo siempre he creído que mi pensamiento era sumamente ordenado y que se podía seguir perfectamente un razonamiento tirando del hilo. No sé si es que al escribir tengo que ir más lento y acabo olvidando el sentido y/o el fin pero es frustrante…
Con todo lo que yo me adoro, al releer estas palabras no me pareceré tan inteligente, ágil y divertido como realmente me creo. Así que será mejor que olvide ese detalle y que use esto como desahogo… (Obviamente tú yo sabemos que seguiré intentando plasmarlo todo de la manera más graciosa que sepa con el fin de encantarme después).

Al cambiar de cara de la hoja, o de hoja, o de folio (nunca he sabido qué significante va con qué significado) he pensado dos cosas: la primera es que el papel este en el que escribo es tan fino y tan cutrecillo (lo cual lo hace encantador y me recordará de dónde lo saqué) que se marcan mucho las palabras escritas en la otra cara y también tienen un tacto agradable; la segunda es que a pesar de estar en mi habitación en la que podría estar cómodamente sentado para escribir mejor sin tener que estar guapo como cuando esta tarde estaba en la plaza, no lo estoy. Estoy encima de la cama con la espalda curvada y dolorida, la pierna izquierda dormida y la letra cada vez va a peor. Me escudaré de todas formas, en que no tengo ni silla ni escritorio aquí. Y me duelen los dedos porque aún no me he librado de esta manía tan –voy a decir destructiva porque no me sale el adjetivo que buscaba- de morderme las uñas y sufro como Geno.


Empiezo mi reflexión reflexivamente reflexionada.

Hacía ya más de un mes que me había mudado de piso aquí en Barcelona. El piso estaba sin amueblar. Sólo tenía los electrodomésticos de la cocina y un somier y un colchón en el que estuve viviendo, pues eso, algo así como mes y medio.
Supongo que podría decir que justo coincidió que tuve mucho trabajo, que llegaba agotado a casa, que no andaba tampoco muy boyante como para comprar unos muebles después de pagar la matrícula de la universidad y que hacía calor y vivo en un cuarto. Pero aunque pueda decirlo, lo cierto es que soy yo y he seguido siendo yo aunque allá por mayo pensé que sería diferente.
No por mudarme a un piso solo y por ascender en el curro y por ir encauzando mi vida iba a cambiar radicalmente mi estilo de vida. Sobre todo porque éste depende casi en su totalidad de mi modo de pensar, y aaaamigo (mío sólo tú encuentras leña), sigo pensando la misma mierda.

Lo que quiero decir es que estuve viviendo en la inmundicia durante mucho tiempo y justo el día 15 -15 de agosto de 2013- monté la mesa y la silla de los muebles que compré la semana anterior y que me miraban con reprobación metiditos en sus cajas todavía.

Bien, pues ese día 15, se me ocurrió coger un archivador que me había traído del pueblo con una mochila, libros, bolígrafos y tal. Ahí estaba el puñado de hojas que me dio por escribir cuando me fui a London Town y que no había abierto desde entonces. Y flipé un poco bastante cuando me di cuenta de que lo primero que escribí aquel entonces fue también un 15 de agosto. Parecerá una puta gilipollez, pero yo flipé mucho. Tenía ante mí un trozo de lo que yo pensaba hacía justo dos años. Y en un momento hice un repaso mental de los acontecimientos más importantes de esos dos años y de cómo había cambiado todo para encontrarme donde yo estaba ahora –donde yo estoy ahora-.

Pero si ya la casualidad de la fecha me había dejado un poco descolocado, el contenido acabó de removerme algo dentro.
Dos años después sigo siendo a grandes rasgos igual. Ahora estoy más sosegado, desde luego. Y tengo también más experiencias que me dan seguridad. Pero lo importante. Lo esencial, no ha cambiado. Y estoy contento por ello. Durante algún tiempo pensé que tendría que cambiar todo lo que yo era para poder vivir en el mundo y eso me estaba matando. Ahora, he sabido compaginarlo y estoy tranquilo.

Acabaré hablando de lo ridícula y curiosa que es la vida dando dos datos más: me mudé a Barcelona por un catalán. No se llamaba Eric González, claro. Pero tampoco le tenía tirria.
Antes de montar la mesa y la silla, usaba el único mueble que tenía en casa –la cama- como pieza angular de la casa. Ahí dormía, comía, follaba, simplemente estaba… Y lo primero que pensé al sentarme por fin en la silla con el ordenador era que ya no me dolería tanto la espalda. Hacía dos años exactamente tuve el mismo pensamiento.

sábado, 4 de mayo de 2013

De los sublimes


Silencioso es el fondo de mi mar: ¡quién adivinaría que esconde monstruos juguetones!

Imperturbable es mi profundidad: mas resplandece de enigmas y risas flotantes.

Hoy he visto un sublime, un solemne, un penitente del espíritu: ¡oh, cómo se rió mi alma de su fealdad!

Con el pecho levantado, y semejante a quienes están aspirando aire: así estaba él, el sublime, y callaba:

Guarnecido de feas verdades, su botín de caza, y con muchos vestidos desgarrados; también pendían de él muchas espinas - pero no vi ninguna rosa.
Aún no había aprendido la risa ni la belleza. Sombrío volvía este cazador del bosque del conocimiento.
De luchar con animales salvajes volvía a casa: mas desde su seriedad continúa mirando un animal salvaje - ¡un animal no vencido aún!


Ahí continúa estando, como un tigre que quiere saltar, pero a mí no me agradan esas almas tensas, a mi gusto le repugnan todos esos contraídos.

¿Y vosotros me decís, amigos, que no se ha de disputar sobre el gusto y el sabor? ¡Pero toda vida es una disputa por el gusto y el sabor!

Gusto: es el peso y, a la vez, la balanza y el que pesa: ¡y ay de todo ser vivo que quisiera vivir sin disputar por el peso y la balanza y por los que pesan!

Si este sublime se fatigase de su sublimidad: entonces comenzaría su belleza. - sólo entonces quiero yo gustarlo y encontrarlo sabroso.
Y sólo cuando se aparte de sí mismo saltará por encima de su propia sombra - y, ¡en verdad!, penetrará en su sol.

Demasiado tiempo ha estado sentado en la sombra, pálidas se le han puesto las mejillas al penitente del espíritu; casi murió de hambre a causa de su esperar.
Desprecio hay todavía en sus ojos; y náusea se esconde en su boca. Ahora reposa, ciertamente, pero su reposo no se ha tendido todavía al sol.

Debería hacer como el toro; y su felicidad debería oler a tierra y no a desprecio de la tierra.
Como un toro blanco quisiera yo verlo, resoplando y mugiendo mientras marcha delante del arado: ¡y su mugido debería alabar además todo lo terreno!
Oscuro es todavía su rostro; la sombra de la mano juega sobre él. Ensombrecido está todavía el sentido de sus ojos.

Su acción misma es todavía la sombra sobre él: la mano oscurece al que actúa. Aún no ha superado su acción.

Es verdad que yo amo en él la nuca de toro: mas ahora quiero ver también incluso los ojos de ángel.

También su voluntad de héroe tiene todavía que olvidarla: un elevado debe ser él para mí, y no sólo un sublime: - ¡el éter mismo debería elevarlo a él, el falto de voluntad!

Él ha domeñado monstruos, ha resuelto enigmas: pero aún debería redimir a sus propios monstruos y enigmas, en hijos celestes debería aún transformarlos.
Su conocimiento no ha aprendido todavía a sonreír y a no tener celos; aún no se ha vuelto tranquila en la belleza su caudalosa pasión.
En verdad, no en la saciedad debería callar y sumergirse su ansia, ¡sino en la belleza! El encanto forma parte de la magnanimidad de los magnánimos.


Con el brazo apoyado sobre la cabeza: así debería reposar el héroe, así debería superar incluso su reposo.

Pero cabalmente al héroe lo bello le resulta la más difícil de todas las cosas. Inconquistable es lo bello para toda voluntad violenta.
Un poco más, un poco menos: justo eso es aquí mucho, es aquí lo más.

Estar de pie con los músculos relajados y con la voluntad desuncida: ¡eso es lo más difícil para todos vosotros, los sublimes!
Cuando el poder se vuelve clemente y desciende hasta lo visible: belleza llamo yo a tal descender.

Y de nadie quiero yo belleza tanto como precisamente de ti, violento: sea tu bondad tu última superación de ti mismo.
De todo mal te creo capaz: por ello quiero yo de ti el bien.
¡En verdad, a menudo me he reído de los debiluchos que se creen buenos porque tienen zarpas tullidas!

A la virtud de la columna deber aspirar: más bella y más delicada se va tornando, pero en lo interior más dura y más robusta, cuanto más asciende.

Sí, sublime, alguna vez también tú debes ser bello y presentar el espejo a tu propia belleza.
Entonces tu alma se estremecerá de ardientes deseos divinos; ¡y habrá adoración incluso en tu vanidad!

Éste es, en efecto, el misterio del alma: sólo cuando el héroe la ha abandonado acércase a ella, en sueños, - el super-héroe.




AhZ. N.


martes, 16 de abril de 2013

Historias de Londres.

Ayer fue miércoles toda la mañana. 
Por la tarde cambió: 
se puso casi lunes, 
la tristeza invadió los corazones 
y hubo un claro 
movimiento de pánico hacia los 
tranvías 
que llevan los bañistas hasta el río. 

A eso de las siete cruzó el cielo 
una lenta avioneta, y ni los niños 
la miraron. 
Se desató 
el frío, 
alguien salió a la calle con sombrero, 
ayer, y todo el día 
fue igual, 
ya veis, 
qué divertido, 
ayer y siempre ayer y así hasta ahora, 
continuamente andando por las calles 
gente desconocida, 
o bien dentro de casa merendando 
pan y café con leche, ¡qué 
alegría! 
La noche vino pronto y se encendieron 
amarillos y cálidos faroles, 
y nadie pudo 
impedir que al final amaneciese 
el día de hoy, 
tan parecido 
pero 
¡tan diferente en luces y en aroma! 

Por eso mismo, 
porque es como os digo, 
dejadme que os hable 
de ayer, una vez más 
de ayer: el día 
incomparable que ya nadie nunca 
volverá a ver jamás sobre la tierra.


Ángel González.

lunes, 1 de abril de 2013

Del árbol de la montaña

El ojo de Zaratustra había visto que un joven lo evitaba. Y cuando una tarde caminaba solo por los montes que rodean la ciudad llamada <<La Vaca Multicolor>>: he aquí que encontró en su camino a aquel joven, sentado junto a un árbol en el que se apoyaba y mirando al valle con mirada cansada. Zaratustra agarró el árbol junto al cual estaba sentado el joven y dijo:

Si yo quisiera sacudir este árbol con mis manos, no podría.
Pero el viento, que nosotros no vemos, lo maltrata y lo dobla hacia donde quiere. Manos invisibles son las que nos doblan y maltratan.

Entonces el joven se levantó consternado y dijo: <<Oigo a Zaratustra, y en él estaba precisamente pensando>>. Zaratrustra replicó:

<<Y por eso te has asustado? – Al hombre le ocurre lo mismo que al árbol.
Cuanto más quiere elevarse hacia la altura y hacia la luz, tanto más fuertemente tienden sus raíces hacia la tierra, hacia abajo, hacia lo oscuro, lo profundo, -hacia el mal>>.

<<¡Sí, hacia el mal!, exclamó el joven. ¿Cómo es posible que tú hayas descubierto mi alma?>>
Zaratustra sonrió y dijo: <<A ciertas almas no se las descubrirá nunca a no ser que antes se las invente>>.
<<¡Sí, hacia el mal!, volvió a exclamar el joven.
Tú has dicho la verdad, Zaratustra. Desde que quiero elevarme hacia la altura ya no tengo confianza en mí mismo, y ya nadie tiene confianza en mí, - ¿cómo ocurrió esto?

Me transformo demasiado rápidamente: mi hoy refuta mi ayer. A menudo salto los escalones cuando subo, -esto no me lo perdona ningún escalón.
Cuando estoy arriba, siempre me encuentro solo. Nadie hablo conmigo, el frío de la soledad me hace estremecer. ¿Qué es lo que quiero yo en la altura?
Mi desprecio y mi anhelo crecen juntos; cuanto más alto subo, tanto más desprecio al que sube. ¿Qué es lo que quiere éste en la altura?
¡Cómo me avergüenzo de mi subir y tropezar! ¡Cómo me burlo de mi violento jadear! ¡Cómo odio al que vuela! ¡Qué cansado estoy en la altura!>>
Aquí el joven calló. Y Zaratustra miró detenidamente el árbol junto al que se hallaban y dijo:

<<Este árbol se encuentra solitario aquí en la montaña; ha crecido muy por encima del hombre y del animal.
Y si quisiera hablar, no tendría a nadie que lo comprendiese: tan alto que ha crecido.
Ahora él aguarda y aguarda, - ¿a qué aguarda, pues?
Habita demasiado cerca del asiento de las nubes: ¿acaso aguarda el primer rayo?>>.

Cuando Zaratustra hubo dicho esto el joven exclamó con ademanes violentos: <<Sí, Zaratustra, tú dices verdad. Cuando yo quería ascender a la altura, anhelaba mi caída, ¡y tú eres el rayo que yo aguardaba! Mira, ¿qué soy yo desde que tú nos has aparecido? ¡La envidia de ti es lo que me ha destruido!>>. – Así dijo el joven, y lloró amargamente. Mas Zaratustra lo rodeó con su brazo y se lo llevó consigo.
Y cuando habían caminado un rato juntos, Zaratustra comenzó a hablar así:

Mi corazón está desgarrado. Aún mejor que tus palabras es tu ojo el que me dice todo el peligro que corres.
Todavía no eres libre, todavía buscas la libertad. Tu búsqueda te ha vuelto insomne y te ha desvelado demasiado.
Quieres subir a la altura libre, tu alma tiene sed de estrellas. Pero también tus malos instintos tienen sed de libertad.
Tus perros salvajes quieren libertad; ladran de placer en su cueva cuando tu espíritu se propone abrir todas las prisiones.
Para mí eres todavía un prisionero que se imagina la libertad: ay, el alma de tales prisioneros se torna inteligente, pero también astuta y mala.
El liberado de espíritu tiene que purificarse todavía. Muchos restos de cárcel y de moho quedan aún en él: su ojo tiene que volverse todavía puro.
Sí, yo conozco tu peligro
. Mas por mi amor y mi esperanza te conjuro: ¿no arrojes de ti tu amor y tu desgracia!
Todavía te sientes noble, y noble te sienten todavía también los otros, que te detestan y te lanzan miradas malvadas. Sabe que un noble les es a todos un obstáculo en su camino.
También a los buenos un noble les es un obstáculo en su camino: y aunque lo llamen bueno, con ello lo que quieren es apartarlo a un lado.
El noble quiere crear cosas nuevas y una nueva virtud. El bueno quiere las cosas viejas, y que se conserven.
Pero el peligro del noble no es volverse bueno, sino insolente, burlón, destructor.
Ay, yo he conocido nobles que perdieron su más alto esperanza. Y desde entonces calumniaron a todas las esperanzas elevadas.
Desde entonces han vivido insolentemente en medio de breves placeres, y apenas se trazaron metas de más de un día.
<<El espíritu es también voluptuosidad>> - así dijeron. Y entonces se le quebraron las alas a su espíritu: éste se arrastra ahora de un sitio para otro y mancha todo lo que roe.
En otro tiempo pensaron convertirse en héroes: ahora son libertinos. Pesadumbre y horror es para ellos el héroe.
Mas por mi amor y mi esperanza te conjuro: ¿no arrojes al héroe que hay en tu alma! ¡Conserva santa tu más alta esperanza!-



AhZ. N.

martes, 26 de marzo de 2013

De las cátedras de la virtud.

<<¡Sentid respeto y pudor ante el dormir! ¡Eso es lo primero! ¡Y evitad a todos los que duermen mal y están desvelados por la noche!

Dormir no es arte pequeño: se necesita, para ello, estar desvelado el día entero.

Diez veces tienes que superarte a ti mismo durante el día: esto produce una fatiga buena y es adormidera del alma.
Diez veces tienes que volver a reconciliarte a ti contigo mismo; pues la superación es amargura, y mal duerme el que no se ha reconciliado.
Diez verdades tienes que encontrar durante el día: de otro modo, sigues buscando la verdad durante la noche y tu alma ha quedado hambrienta.
Diez veces tienes que reír durante el día, y regocijarte: de lo contrario, el estómago, ese padre de la tribulación, te molesta en la noche.

Mucho me agradan también los pobres de espíritu: fomentan el sueño. Son bienaventurados, especialmente si se les da siempre la razón.>>

"Un necio es para mí este sabio con sus cuarenta pensamientos: pero yo creo que entiende bien de dormir.

¡Feliz quien habite en la cercanía de este sabio! Semejante dormir se contagia, aun a través de un espeso muro se contagia.
Un hechizo mora también en su cátedra. 
Y no en vano se han sentado los jóvenes ante el predicador de la virtud.
Su sabiduría dice: velar para dormir bien. Y en verdad, si la vida careciese de sentido y yo tuviera que elegir un sinsentido, éste sería para mí el sinsentido más digno de que se lo eligiese.
Ahora comprendo claramente lo que en otro tiempo se buscaba ante todo cuando se buscaban maestros de virtud. ¡Buen dormir es lo que se buscaba, y, para ello, virtudes que fueran adormideras!Para todos estos alabado sabios de las cátedras era sabiduría el dormir sin soñar: no conocían mejor sentido de la vida.
Y todavía hoy hay algunos como este predicador de la virtud, y no siempre tan honestos: pero su tiempo ha pasado. Y no hace mucho que están en pie: y ya se tienden.

Bienaventurados son estos somnolientos: pues no tardarán en quedar dormidos."


AhZ. N.
 

jueves, 21 de marzo de 2013

Día mundial de la poesía.

Crisis


Lo ideal en estos casos
sería morirse de muerte natural,
hacer un gesto agrio,
estirarse
definitivamente,
y marchar con cuidado
para que nadie pueda
darse por ofendido.
Pero ello no es posible
sin contar con Dios Padre
-y los restantes.
Por eso
-frío en la calle, tedio
en los que pasan-
permanezco en mi sitio, y vivo
-corazón asediado por el llanto-
mi hora la terrible:
la que aún no ha sonado.



Ángel González. Sin esperanza con convencimiento.

sábado, 12 de enero de 2013

Método imaginativo-comprensivo.

Imaginad que os encontráis una rata en el suelo. ¿Lo tenéis? Lo lógico sería subirse a algún sitio alto mientras piensas el segundo paso a seguir, cómo librarte de ella y tal. Vaya, que parece muy peliculero pero yo es lo que haría; subirme a la cama y ver qué coño hago después. 

Pues bien, ahora imaginad que vivís rodeados de ratas. Ratas en el suelo de vuestras casas, ratas en las calles, ratas en el supermercado, ratas en el trabajo. Estaríais encima de la cama sin querer salir. Al principio intentaríais buscar una solución pero resulta todo muy complicado y confuso cuando te das cuenta de que sólo tú ves las ratas y el resto del mundo vive ajeno a ellas. Perdón, no vive ajeno a ellas, algunos forman parte de los roedores, otros saben nadar entre ellos. Pides ayuda. Perdón, piden ayuda por y para ti.

La ayuda:
1. No hay ratas, eres tú que estás enfermo y las ve. Deja de verlas.  
2. Si crees que las hay -puto loco de la vida-, trata de vivir con ellas. No te queda otra. -¿No me queda otra? Ya lo veremos-

Qué hacer, qué hacer... Oh, qué hacer... 

Finalmente, ¿sabéis lo que se hace? Uno se instala encima de su cama y no baja de ella. Y no baja de ella. Y duerme en un colchón lleno de migas. Y vive con unas cuantas botellas al alcance de la mano. Y no baja de ella. ¿Y cómo se vive entonces? Pues... Uno SOBREvive poniéndose una capa aislante para poder salir a comprar comida sin que le toquen las ratas. Uno va a trabajar a conseguir el dinero para pagar la comida vestido con la capa aislante para evitar que le toquen las ratas. Uno SOBREvive aislado. Uno pasa por la vida de puntillas. Uno pasa a ser un poco translúcido. Uno para a ser un poco irrelevante. Uno deja de importar. Pero ¡¿a quién?! ¡¿A LAS RATAS?! 

Oh... Qué gran ironía es esta vida. Oh, ¡cómo la saboreo! 

Oh, cómo a veces se rompe el aislante (de tanto usarlo) en cualquier situación cotidiana y cómo corres a casa a subirte a la cama. Te ha dado tanto asco que ya no quieres volver a bajarte de ella. Se siente uno triste y desdichado porque no le apetece bajar. Pero subido nadie sabe de ti porque todos nadan y tú no sabes. Tú no sabes. A ti no te enseñaron. Tú sólo tienes dos opciones: Quedarte flotando encima de tu cama aislado del mundo/hundirte nada más bajarte y descubrir que ni siquiera hay fondo.

Oh, ¡cómo lo saboreo! 

martes, 8 de enero de 2013

Las cosas claras como el carbón de Navidad.


Queridos hijos magos

Queridos hijos 
magos.
 No es verdad que 2013 vaya a ser próspero ni feliz. No es verdad que todos nos queramos. No es verdad que empiece algo nuevo en estos días. No os he contado porqué Alberto no ha tenido regalos ni porqué su padre bebe y bebe y vuelve a beber. No os he contado lo mortales que pueden ser las cabalgatas y la falta de empatía. No os he dicho la verdad cuando me habéis preguntados si algún día moriréis/moriremos. He cambiado de canal. He vuelto a mentiros.

No os he contado que el tío ha descubierto este año dónde va la hache intercalada de la palabra desahucio, que antes siempre la ponía mal, así: deshaucio. No os he dicho que seréis unos maleducados porque tendréis una peor educación. Cuando el otro día fuimos a Urgencias dos veces con Martín porque ponía los ojos en blanco, eso tampoco os lo dije: lo de que no le hicieron un escáner cerebral para ahorrarse dinero.
Un momento de la Cabalgata de Reyes en Madrid. | Efe
Queridos hijos magos. No os he dicho que papá a veces tiene miedo y que los Reyes desgraciadamente existen, y que Dumbo no puede ni verlos. Os he traicionado algunas veces y os he mentido muchas más. Y me tocará seguir haciéndolo en pos de vuestra supervivencia.
No os he contado que a la vecina no se le cae la vajilla, sino que la tira furiosamente contra el suelo. No os he contado que es mentira el valor del esfuerzo y es una filfa la honradez: porque puedes hacer el pirata con un banco casero, ya ves, y entonces serás ascendido a timonel en una multinacional.
Queridos hijos magos. No he guardado los christmas en el cajón, como me pedisteis, para qué. Es mentira la igualdad de oportunidades. No es verdad que estuvieran los camellos en el salón. Y no eran migas suyas las que había en el suelo, sino magdalenas de Proust que devora la desvencijada aspiradora del tiempo.
Cogí todas las felicitaciones, las hice trizas y las tiré por la ventana. Y la calle parecía ayer la final del Mundial del 78, un Argentina-Holanda liberador, con todo el arrabal celebrando y el cielo encendido en papelillos dorados que eran puta mentira.
Queridos hijos magos. Cada año os costará más creer, cada año os costará más crecer, cada año os costará más vencer. Ahí están los ojos en blanco de Martín, esta crisis y esta sala de espera de Urgencias de un hospital privatizado con su economía de casino.
De todo el neón y toda la resaca, sólo queda un pedazo de felicitación que se ha salvado de la quema. Iba a tirar la última postal a la lumbre y me he quedado con un trozo entre los dedos, como el jirón de una bandera a la que engancharse.
Son ocho palabras náufragas, el único regalo decente de este padre aguafiestas para este año. Dice así: "Bienaventurados vuestros gritos, porque ellos cambiarán el mundo".

Pedro Simón